Por Jorge Ochoa Bugueño
Editor Periódico Informarte
Todo un mundo de sensaciones y emociones ha
desatado entre los antofagastinos la visita de un personaje muy especial, como
parte de un espectáculo callejero sin precedentes en la ciudad.
Se trata de una marioneta de peluquero de casi
cinco metros de altura que, desde el miércoles pasado, recorre las calles
céntricas, y principalmente el paseo Prat, en busca de largas melenas, ya sean
de pelo liso o rizado, para practicar sus dotes de estilista, ocultando bajo su
brazo izquierdo las enormes tijeras que lleva en su mano derecha, y sorprendiendo
especialmente a los transeúntes más apurados o distraídos.
Lo más divertido sucede cuando se encuentra con un “pelado” ya que, al no tener cabellos que cortar, ofrece sobarle la cabeza con su mano desocupada.
Iván, como ha sido bautizado el peluquero
gigante, es en realidad obra del emergente artista callejero Robert A Secas, un
joven originario de Neiva, Colombia, quien llegó a Valparaíso hace unos seis
meses, y donde precisamente aprendió a confeccionar estos armatostes de tela,
cuerdas y metal, y dotarles de cualidades humanas y una rutina original, para
que así puedan interactuar con los peatones y encantar.
Dice el artista que todas estas técnicas las
aprendió en el puerto, cuando unos franceses impartieron unos cursos a un grupo
de jóvenes interesados. También cuenta que, por estos días, varios de los que
asistieron a esos talleres, están replicando lo que aprendieron a lo largo y
ancho del país, en distintas ciudades o pueblos.
El objetivo de Robert, sin embargo, es viajar
con esto y conocer nuevos lugares, pero siempre pensando en su propio norte que
es volver a su tierra natal. Para ello tiene planificado ir a Calama la próxima
semana, de ahí a Iquique, luego a Perú, Ecuador y, finalmente, Colombia,
siempre acompañado de la traviesa marioneta de Iván, que por lo demás, debe
transportar en una camioneta por su tamaño y peso, que supera los cuarenta
kilos.
Por ello Robert camina mucho, no se puede
quedar estático por mucho tiempo porque Iván lo empieza a agotar. ¡Juntos suman
casi cien kilos!
Las impresiones que ha dejado este fin de semana
son variadas. A algunos no les ha parecido demasiado interesante, pero la gran
mayoría ha agradecido su visita. Una joven estudiante le señala incluso, al
borde del lagrimeo, “muchas gracias, esto de verdad es arte”. Y a sus
compatriotas, para nada escasos en la capital regional, les pide, un poco en
serio un poco en broma, “¡díganle a mi mamá que estoy triunfando!” y ríe, como
feliz de hacer felices por un instante a los demás.
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