15 de junio de 2011

AQUÉLLOS CINES DE ANTAÑO…

Por Víctor Bórquez Núñez

Para quien ha pasado parte importante de su vida en una sala de cine, devorando cuanta película se exhibe en la cartelera, no deja de ser un ejercicio de nostalgia necesario recordar las tradicionales salas de antaño, cuando el concepto de ir al cine era por completo diferente a lo que es hoy, una época romántica en que existían las funciones triples, las funciones numeradas y un acomodador premunido con una linterna conducía a los espectadores en busca de sus butacas.

Los edificios eran auténticos palacios en miniatura, donde se ostentaban los  clásicos carteles publicitarios, gran parte de los cuales fueron obra del autodidacta maestro Federico Zeidler Naranjo, todo un personaje que estuvo ligado al arte de reproducir los afiches en una época en que se ponían vitrinas con fotos de las películas afirmadas con los tradicionales “chinches”.

Los amantes del cine, rememoran con nostalgia las salas de cine que poseía Antofagasta, donde destacaron el cine Alhambra, el Pabellón, la elegante sala del cine Astor, el Imperio, el Latorre, el Rex, el Colón y el Gran Vía.

El cine Nacional fue una de las ultimas en bajar las cortinas. Esto ocurrió  el 28 de enero de 2003, ocasión en que estuvimos despidiéndonos de los gestores de esa
empresa de sueños y alegrías que a tantas generaciones acompañó.

Era una época romántica que las actuales generaciones no logran entender. Donde las películas eran exhibidas de a dos o más rollos, cuando existían intermedios de diez minutos, con el fin de esperar la llegada del “chico de la moto” que iba y venía de un cine a otro con los rollos de las cintas que eran proyectadas con un sistema tecnológico que exigía una pericia en el encargado de las proyectoras, para evitar que la luz se apagara y los chiflidos de la sala se tornaran insoportables.

Esta ápoca fue el tiempo del reinado de Federico Zeidler Naranjo. Este autodidacta que se encargó de pintar los letreros del Cine Nacional, hasta el mismo día de su cierre y cuyo trabajo hoy –con la apabullante tecnología digital- resulta imposible siquiera de imaginar. Sin embargo él fue parte de esos personajes casi anónimos –a pesar de su grandeza- cuya labor silenciosa no podemos desconocer, en especial cuando compartimos muchas horas de nuestros mejores instantes, soñando cine en un lugar en donde de seguro todavía están encerrados los fantasmas de miles de películas que formaron parte indispensable de nuestra historia íntima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EPOCA INOLVIDABLE LA DE LOS FAMOSOS CINES DEL CENTRO.....COMO NO RECORDAR EL ASTOR, HUERFANOS, LIDO, REX...Y TANTOS OTROS DEVORADOS POR EL PASO DEL TIEMPO Y CUANDO EL CINE PASO A SER UN PRODUCTO DE CONSUMO TAN RAPIDAMENTE DIGERIBLE COMO LAS PROMOS DE LAS CABRITAS Y DEMASES!
JORGE URIBE ALVAREZ
ESPECIALISTA EN CINE
juribea59@gmail.com

JEPB dijo...

Nadie ha mencionado nunca la pieza musical que anunciaba el inicio de cada función en el Imperio. He tratado de conseguirla inútilmente, es una versión en quick step de "Always in my heart" (Lecuona), probablemente grabada por Victor Silvester... inolvidable su sonido acompañado del pataleo de los espectadores.