Por Piero Santoro Maffei
“Que mi rostro
“Que mi rostro
siga
siempre
pálido:
así nadie
sospechará de mi muerte”.
Poema “Cualidad”, Armando Rubio Huidobro (1955-1980).
Un paso en falso en el vacío, producto de una mala anécdota de la
existencia o de esas cosas que estaban predestinadas a pasar, puso fin a la
vida del joven poeta Armando Rubio, un 6 de diciembre de 1980. Quijote
adolecente que con sólo 25 años de edad, marcó una generación de escritores
profundamente, dejó una promesa poética en crecimiento y nos adentró más allá,
mucho más, a la pregunta de qué es ser un hombre en una gran ciudad.
A los nueve años escribió sus
primeros poemas. Luego le siguieron los cuentos, pero la poesía siempre fue su
dialecto favorito. Entre los lapsos de una siesta a otra, se devoraba los
relatos de Pío Baroja, Antón Chéjov y Knut Hamsun, entre muchos otros, además
del consumo gozoso por los distintos vates tanto nacionales como internacionales.
Alcanzó a colaborar en revistas como Atenea,
Andrés Bello y La Bicicleta, además de ser incluido en las antologías
juveniles Ganymedes/6 y Poesía para el
camino. Armando estudió periodismo, carrera en la cual se destacó, pero
lamentablemente nunca logró terminar. “Si todos los periodistas fueran como él,
los titulares serían poesía, las noticias versos de amor, ternura y angustia,
las fotos verdaderas fuentes de imaginación creativa y, hasta el folio, una
tenue melodía”, explica el periodista,
André Jouffé.
La obra del joven escritor fue reunida y prologada por su padre, Alberto
Rubio (destacado vate nacional) en el libro Ciudadano, publicado en
1983, obra que recibió el Premio Municipal de Poesía en 1984 y el elogio
unánime de la crítica. En este poemario aparece un texto (Juventud de un poeta)
en homenaje a Miguel Morales Fuentes, poeta residente en Antofagasta. “Armando
fue mi amigo, compartimos muchas cosas juntos. Yo lo recuerdo como un joven
alegre que tenía una pasión por la vida. Aún me acuerdo caminando de noche y el
flaco gritando a todo pulmón a la bóveda de estrellas en el vacío de la noche”,
recuerda Morales.
Jorge Teillier describe a Armando Rubio como "un pájaro huyendo de la jaula
de los años", frase poética que adquiere sentido por el legado aún latente de su
poesía. Su hijo, Rafael Rubio, continúa con el sendero esbozado por su padre, tal
como el ciudadano que camina y camina hasta dar con las sincronías de la vida.
Estos son algunos
poemas de Armando Rubio, extraídos de su libro, Ciudadano.
Monedas
Engominado,
pulcro,
Penetro
en las iglesias
altivamente
cirio
con
mi cara de hostia
dominguera.
Y
me arrodillo,
y
me confieso,
y
me persigno,
y
regreso a la calle
para
comprar barquillos
con
monedas hurtadas al abuelo.
Gozo
¿Qué
hilo
Sostiene
a la gaviota?
¿Qué
niño
En
la playa la encumbra
desenvolviendo
trémulo el carrete
para
que ascienda todavía más alta?
¡Padre!
¿qué volantín es ése que vuelve por sí solo,
y
como riéndose,
con
el mismo hilo me encumbra?
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