24 de mayo de 2012

CUANDO UN DRAGÓN VUELA

Por Piero Santoro Maffei



Diálogo con un trovador

En un viejo barrio sobre uno de los cerros de San Antonio, sin vista al mar, en donde se escuchan todos los días variadas rancheras y cumbias, Manuel Castillo fue creciendo. Jugó a la pelota, aprendió a tocar la guitarra y recorrió su pueblo hasta llegar a conocerlo a fondo. Cuando tuvo que decidir qué hacer con su futuro, se fue a la ciudad de Valparaíso. Llegó a un punto en que se dio cuenta de que iba a perder sus estudios, y que si así sucedía, tendría que darle “con todo” a las cosas que realmente lo estimulaban. Había nacido Chinoy.

Caminando en círculos, deteniéndonos en débiles faroles de luz entre locas pausas, mantuvimos una conversación agradable y extendida en la Plaza la Reforma de la Universidad Antofagasta junto a Chinoy, trovador nacional encargado de abrir la Semana Chungunga de dicha casa de estudios.

Con un cansancio reflejado en las ojeras de sus ojos, Manuel Castillo me fue contando sus experiencias anteriores en Antofagasta y las expectativas que tenía para esta nueva visita a la ciudad. “Es bonito que la gente te entregue cariño y afecto. Tanto la primera vez que vine como las otras ocasiones, la gente siempre ha sido muy acogedora. Sin embargo este lazo es un sensible puente que hay que mantener. En cada presentación se desgarra algo de ti. Es una intimidad en que uno se debe de entregar en cuerpo y alma. Sólo de esta forma uno puede lograr llegar a la esencia del asunto”, expresó el cantautor.

Compartiendo la oscuridad del lugar y la sospecha de la vida en los dominios perdidos de la Plaza la Reforma, empezamos a conversar sobre el movimiento estudiantil, tema que hizo reflexionar a Castillo, con una breve mirada hacia la nada. “Es increíble que la gente se agrupe para luchar por temas tan transversales que le afectan a la mayoría por igual. Pero lo que es más maravilloso es que la gente se abrace así misma, que empiece a valorarse como ser humano, dándose cuenta de lo valioso de su propia existencia, saliendo de la robotización de la televisión y otras tantas cosas”, explicó el músico.

Empezamos a hablar de cosas sencillas y cotidianas antes de finalizar el diálogo, como diría Chinoy en una entrevista,  buscando saberes encerrados en pequeñas cosas, llegando a la belleza a través de una verdad simple. Muy agradecido me despedí del músico con unos versos del poeta Jorge Teillier: “Y me despido de estos poemas: palabras, palabras – un poco de aire movido por los labios- palabras para ocultar quizás lo único verdadero. Que respiramos y dejamos de respirar.” Manuel se va rumbo a la prueba de sonido previo al show y yo me voy al portal del recinto de estudios, con un poemario en la mano.


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