20 de diciembre de 2011

CHILENOS OBSESIVOS

Por Rodrigo Ramos  Bañados

Una francesa preguntaba con cierta sensación de extrañeza por qué los chilenos corren tanto. El hotel de la francesa estaba frente a un parque, en la costanera. Durante la mañana y tarde veía pasar gente trotando y corriendo. No importaba ni el sol y ni el frío. Algunos rostros se le repetían. Ya no por deporte, sino que por apuro la gente caminaba rápido por las calles. Después corrían en los autos.

En este país todo el mundo corre. En su país no sucedía eso.Aquí la gente parecía caballos de carrusel. Definió el cúmulo de imágenes como una obsesión.Lo mismo con las bicicletas que le parecían un religión.

A la francesa lo chilenos le parecían obsesivos en algunos aspectos. En la panadería vio gente obsesionada con que saliera el pan. En el restorán vio gente obsesionada con que le atendieran de inmediato. En ambos casos la impaciencia descontrolaba. Una vez con la bolsa con marraquetas en las manos o con el plato servido bajo la barbilla, las líneas de la cara desaparecían.

La francesa, ya prejuiciada por lo que había visto, siguió observando.

Así, las empresas le parecieron obsesionadas con acumular más dinero; los estudiantes obsesionados con cambiar el sistema; los Carabineros obsesionados en reprimir; los ricos obsesionados con pagar menos impuestos; los políticos obsesionados por figurar; el taxista obsesionado con que lo van a asaltar; el experto en economía obsesionado con las artes marciales; el tuitero obsesionado con las gordas; las FFAA obsesionadas con una guerra imaginaria con Perú; el medio de derecha obsesionado con llamar gobierno militar la dictadura; todos, en general, obsesionados por mostrarse
en las redes sociales; el banco obsesionado con cobrar; algún imbécil obsesionado con llamar la atención y ser portada de algún medio sensacionalista; los animalistas obsesionados con la elefanta del circo; el evangélico obsesionado con el fin del mundo; al profesional obsesionado por cambiar el auto; la minera obsesionada con la responsabilidad social empresarial; los ecologistas obsesionados con Hidroaysén; el anarquista obsesionado con poner bombas al sistema; la niña de la tele obsesionada por bajar los rollos; los gay obsesionados con hallar cualquier hilacha que los agreda; los futboleros obsesionados con ganar algo sea como sea; al medio de izquierda obsesionado en que todos los curas son pedófilos y gays; la Concertación obsesionada con recuperar el tiempo perdido; al gobierno obsesionado con los derechos del consumidor; los medios de comunicación obsesionados con Camila Vallejo; al matinal obsesionado con el accidente en Juan Fernández y al Presidente obsesionado con caer simpático.

Al final se preguntó: ¿Hacia dónde va este país? A reventarse, se respondió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena crónica. Mis felicitaciones al autor

Pedro Véliz
Tocopilla