11 de octubre de 2011

BUEN EJEMPLO ECUATORIANO

¿Por qué no imitarlo…?
               BUEN EJEMPLO ECUATORIANO
Cómo ese país logró terminar con la explotación de sus
recursos pelágicos, asociados a la pesca del atún y de qué
manera armó su propia flota pesquera.

Por Jaime Nelson Alvarado García.

     En la década del 50 del siglo pasado, Ecuador veía cómo flotas extranjeras diezmaban los cardúmenes de atunes que poblaban sus aguas territoriales. Las capturas eran enormes y los ingresos que ese país percibía por concepto de las autorizaciones eran igual a cero: Claro, no podría ser de otra manera, por tratarse de una actividad absolutamente ilegal.
    ¿Más claro…? En las propias barbas de los ecuatorianos, a vista y paciencia de los pueblos costeros, naves extranjeras se lo llevaban todo sin dejar nada. La incipiente flota pesquera ecuatoriana, reducida a unos pequeños faluchos y lanchas de escaso alcance y autonomía, nada podía hacer para capturar atunes y ofrecerlos para el consumo interno.
    Pero, miremos un poco la historia: El 18 de agosto de 1952, con la Declaración de Santiago, se creó la “Comisión Permanente de la Conferencia sobre Explotación y Conservación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur”, entidad que en 1967 cambió su nombre al de "Comisión Permanente del

Pacífico Sur”. Este documento reconocía para Ecuador, Perú y Chile, el dominio sobre 200 millas de aguas comprendidas entre los paralelos de las líneas limítrofes. Entonces, la marina de guerra ecuatoriana hizo valer la solidez de este argumento y capturó cuanta embarcación extranjera fuere sorprendida pescando dentro de las 200 millas territoriales. La mayoría de estas naves eran norteamericanas, provenientes de California y se sancionaba a sus armadores con fuertes multas.
    Pongamos un poco de atención en esto último.
    Esta historia, conocida la de la “Guerra del Atún”, entre el Ecuador y los pescadores de California, transformó al Ecuador en un abanderado mundial de la defensa del mar. Su armada, pese a la escasez de medios, jugó un rol preponderante en la protección del mar y sus recursos. Se produjeron muchos incidentes con naves de Estados Unidos, especialmente alrededor de las Galápagos, cada vez que se capturaba a pesqueros ilegales. Las fuertes multas eran pagadas por el gobierno norteamericano, el que –a su vez y en indesmentible afán de revancha- descontaba las cantidades del PAM (Pacto de Ayuda Mutua)
    ¡Una vez más, los yanquis manipulando y sacando provecho…!
     Pero… Cuando las multas no eran canceladas, las naves quedaban en poder de los ecuatorianos y las tripulaciones deportadas a sus naciones de origen, muchos a Estados Unidos. Así, la flota pesquera ecuatoriana se armó en forma considerable, ofreciendo trabajo a los pescadores, a sus familias, a los astilleros, las plantas procesadoras y todo lo asociado con el desarrollo pesquero.
    Hagamos el ejercicio con el “caso chileno”.
    Lo primero es dejar establecido que la legislación actual dista de tener -intenciones siquiera- de conservar o proteger nuestros recursos hidrobiológicos. Ello, porque senadores y diputados, es decir quienes legislan, son propietarios o accionistas de las empresas pesqueras, de manera que se habla de una “legislación a la medida”. Partiendo de esta premisa, comenzamos muy mal este análisis.
    Ahora veamos lo que sucede con las naves extranjeras que diezman nuestros mares. Navegan como “Pedro por su Casa” y cada vez que se sorprenden flotas foráneas, se les dan todas las facilidades para que dejen el área, se les brindan  desmedidas atenciones (rancho de agua, combustible u otros) y se les deja partir con una sonrisa en la cara. ¡Sólo basta que les despidan con pañuelos blancos…!
     Hace unos días, fueron capturadas dos embarcaciones peruanas en aguas abiertas, frente a Tocopilla. ¿Qué se hizo…? Se les remolcó a puerto… Permanecen amarrados en la Poza y esperan que pasen los días, plácidamente, aprovechando las bondades de nuestro clima y la presencia de connacionales del Rímac, que les prodigan atenciones y les miran como “héroes”.
Existe la certeza absoluta que “tras la paletada”, nadie dirá nada, nadie dirá nada…
    Y los peruanos zarparán a sus aguas con la recomendación de “no hacerlo de nuevo”. Nada más que eso. Una difusa reconvención, un llamado de atención, casi un “raspacachos”… Y un “no vuelvan a asomar la nariz por estos lados”… (que de seguro no acatarán…)
    Es que así ha sucedido por enésima vez, en casos similares de frecuente ocurrencia.
    Nuestro país no ha asumido una actitud firme respecto de este asunto.    
    Y nuestras aguas, colapsadas al límite de la expoliación, no soportan la actual presión de captura. La pesca va en picada y quienes más lo lamentan son los pescadores artesanales, para quienes los recursos hidrobiológicos constituyen “el pan de su mesa y el sostén de sus familias”. Y lo que se avecina no es del todo alentador.
    Porque, por un lado, la pesca industrial acomete en áreas costeras que –se supone-están destinadas al sector artesanal. Y por otro, las naves extranjeras exterminan cuánto recurso queda aún en aquellas aguas más distantes.
    Así las cosas, vale la pena reflexionar sobre lo obrado y mirar el ejemplo ecuatoriano, que nos sigue dando una lección de cómo se deben defender los recursos de ese mar, que –al contrario de lo que nos sugiere Eusebio Lillo, “ya no nos promete un futuro esplendor…”

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