Por Jaime Nelson Alvarado García.
“Calama, ciudad heroica/Bastión de chilenidad…” nos recuerda el coro del himno que canta a la capital de loína. Habría –necesariamente- que remedar a Heródoto, el griego que dijo “Egipto es un don del Nilo” y regionalizar la frase para decir, sin temor a equivocarnos- que “Calama es un don del Loa”.
En el vértice inferior derecho de esa magnífica “U” que traza el río Loa, en medio del desierto de Atacama, se halla la ciudad que celebra hoy su aniversario, festejo que la encuentra como el mayor centro poblado del páramo nortino, con una población que supera con largueza los doscientos mil habitantes.
Calama, “lugar de perdices” como lo describe el origen de su toponimia, es también llamada la capital del cobre. Bajo su suelo, el rojo metal duerme aguardando que el hombre concluya su faena y lo explote todo: aún a riesgo de excavar debajo de la ciudad misma, que –según lo que reza el conocimiento empírico del pueblo- es donde están las más altas leyes. ¿Verdad o mera ficción?
Tierra fértil pese a lo salobre del agua que riega sus parcelas. Trozo sureño
engastado en las mayores sequedades del orbe. Alfalfas y choclos con sabor a vida, lección de aborígenes, encuentro del agua. Ciudad que en los años 50, recibía a los colonos escolares antofagastinos, que tenían la oportunidad de tomar leche “al pié de la vaca”, conocer bosquetes de chañares y sacarse fotos con una “Kodak” mostrando la nieve de los volcanes al fondo.
Insisto en lo del agua. En la Aguada de “Limón Verde” abrevaron las cabalgaduras y bebieron nuestros soldados, antes de la escaramuza de Topater, que permitió flamear al tricolor chileno entre el verde follaje de algarrobos, espinos y vilcas. Punto cercano al encuentro de los ríos Loa y Salado, que sentencia la salobridad del flujo hasta la desembocadura misma. Cerca de Calama está también el nacimiento del Río El Salvador, que tributa su cauce a la altura de “Chacance”. Oasis en medio de la ruta Cobija – Potosí, donde se reponían viajeros y mulares. Agua, pasto y descanso para las caravanas.
Calama celebra un aniversario más. Crece y crece. Pero sigue siendo esa verde llanura con corazón de cobre… Donde se gestan las grandezas que soñamos los chilenos… Donde se cifran nuestras esperanzas de ese “algún día”.
Cantemos, aunque desafinemos: “Calama, ciudad heroica… Bastión de Chilenidad…”
“Calama, ciudad heroica/Bastión de chilenidad…” nos recuerda el coro del himno que canta a la capital de loína. Habría –necesariamente- que remedar a Heródoto, el griego que dijo “Egipto es un don del Nilo” y regionalizar la frase para decir, sin temor a equivocarnos- que “Calama es un don del Loa”.
En el vértice inferior derecho de esa magnífica “U” que traza el río Loa, en medio del desierto de Atacama, se halla la ciudad que celebra hoy su aniversario, festejo que la encuentra como el mayor centro poblado del páramo nortino, con una población que supera con largueza los doscientos mil habitantes.
Calama, “lugar de perdices” como lo describe el origen de su toponimia, es también llamada la capital del cobre. Bajo su suelo, el rojo metal duerme aguardando que el hombre concluya su faena y lo explote todo: aún a riesgo de excavar debajo de la ciudad misma, que –según lo que reza el conocimiento empírico del pueblo- es donde están las más altas leyes. ¿Verdad o mera ficción?
Tierra fértil pese a lo salobre del agua que riega sus parcelas. Trozo sureño
engastado en las mayores sequedades del orbe. Alfalfas y choclos con sabor a vida, lección de aborígenes, encuentro del agua. Ciudad que en los años 50, recibía a los colonos escolares antofagastinos, que tenían la oportunidad de tomar leche “al pié de la vaca”, conocer bosquetes de chañares y sacarse fotos con una “Kodak” mostrando la nieve de los volcanes al fondo.
Insisto en lo del agua. En la Aguada de “Limón Verde” abrevaron las cabalgaduras y bebieron nuestros soldados, antes de la escaramuza de Topater, que permitió flamear al tricolor chileno entre el verde follaje de algarrobos, espinos y vilcas. Punto cercano al encuentro de los ríos Loa y Salado, que sentencia la salobridad del flujo hasta la desembocadura misma. Cerca de Calama está también el nacimiento del Río El Salvador, que tributa su cauce a la altura de “Chacance”. Oasis en medio de la ruta Cobija – Potosí, donde se reponían viajeros y mulares. Agua, pasto y descanso para las caravanas.
Calama celebra un aniversario más. Crece y crece. Pero sigue siendo esa verde llanura con corazón de cobre… Donde se gestan las grandezas que soñamos los chilenos… Donde se cifran nuestras esperanzas de ese “algún día”.
Cantemos, aunque desafinemos: “Calama, ciudad heroica… Bastión de Chilenidad…”
1 comentario:
Gracias a los amigos de informarte.cl por recordar a Calama. Son de Antofagasta y tienen presente a esta tierra. Mis saludos afectuosos...
Miguel Araos
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