2 de diciembre de 2010

Dos líneas para Mario Bahamonde

    Celebramos  el centenario del nacimiento de don  Mario Bahamonde Silva.  Al  recordarlo,  alcé mi copa.    Cuando  noviembre  haya concluido     se cumplen 31 años de su fallecimiento.  Taltal, su patria chica, una vez más estará de fiesta y, aunque cueste creerlo, por sus añosas callejuelas volverá a corretear el niño Bahamonde  con  esa muchachada taltalina que  él   integró a su literatura.
    Bahamonde legó su vida a su literatura en  gesto de absoluta generosidad.  Era un ser formado para  dar: un maestro.  Hace 51 años, consciente de las reformas  de  la Real Academia, editó un folleto de 10 por 13 centímetros con las “Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía” con aplicación preceptiva desde el 1° de enero de 1959.   Su colofón (página 16), decía: “El presente folleto se  editó por iniciativa del Liceo de Hombres de Antofagasta, con la cooperación generosa del Centro de Padres…”  Luego, lo distribuyó  entre sus alumnos.
    En  todo  hay  anverso y reverso.    Conversando con su nieta de los consejos que
le enviaba en bellas cartas, le comenté la inmensa ternura de sus palabras.   Su respuesta   fundía emoción, admiración y agradecimiento: “¡El abuelo era así conmigo!”.
    Camino  de  ninguna parte, divisé a Mario.  Pensé acompañarlo.  Por esos días su domicilio estaba en la casa donde vivió Cery Toro.  Apuré el paso.  Casi lo alcancé.  Verlo con trancos dificultosos y cargado de hombros, me impresionó.    Vivía en una empinada calle.    Flanqueando el Hospital  Regional…   Me detuve, casi contrariado.   La vida en su frío contraste, ofrecía una indeseada  lección.     Él se alejaba, paso a paso…      Pero  yo, cegatón, ya lo veía   con los ojos del alma: atlético, elegante, en el segundo mismo de la finta del mejor de los boxeadores y aunque en esto último, algo creo que  influyó la distancia,  ¿a quién le hace mal esta imagen?
    Luego proseguí mi camino, la senda, la vida y, de vez en cuando, recuerdo al amigo.
    Sí, hablar de recuerdos nos  aproxima a los valores y éstos, aún se consideran los fundamentos de la cultura.  Los pueblos cultos privilegian sus valores.  Negarse a esos recuerdos  es omitir la historia de los pueblos.  Carentes de ellos, la vuelta a la barbarie es ineludible.

Por Ovaldo Maya Cortés
 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso texto para recordar a un grande de nuestra literatura.
Kena Ramos

Anónimo dijo...

Mientras haya memoria para recordar a lis imprescindibles, aunque ellos físicamente hayan partido continúan entre nosotros.
Una bella reseña, para no olvidar a un gran artista.

Anónimo dijo...

Corrijo: "los" imprescindibles.

Anónimo dijo...

"Carentes de ellos, la vuelta a la barbarie es ineludible", dice el señor Maya. Omito a Sabella como el gran novelista que pretenden que sea y los versos del Doctor Rendic por malos. El único grande es Rivera Letelier y no hay más, el resto son cadáveres.

Anónimo dijo...

Los Grandes maestros nos dejan su enseñanza y sabiduría, los demás Solo novelas cotidianas.
Vivan por siempre Sabella, Bahamondes, Rendic...
In vino veritas
Gabriel