Celebramos el centenario del nacimiento de don Mario Bahamonde Silva. Al recordarlo, alcé mi copa. Cuando noviembre haya concluido se cumplen 31 años de su fallecimiento. Taltal, su patria chica, una vez más estará de fiesta y, aunque cueste creerlo, por sus añosas callejuelas volverá a corretear el niño Bahamonde con esa muchachada taltalina que él integró a su literatura.
Bahamonde legó su vida a su literatura en gesto de absoluta generosidad. Era un ser formado para dar: un maestro. Hace 51 años, consciente de las reformas de la Real Academia, editó un folleto de 10 por 13 centímetros con las “Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía” con aplicación preceptiva desde el 1° de enero de 1959. Su colofón (página 16), decía: “El presente folleto se editó por iniciativa del Liceo de Hombres de Antofagasta, con la cooperación generosa del Centro de Padres…” Luego, lo distribuyó entre sus alumnos.
En todo hay anverso y reverso. Conversando con su nieta de los consejos que
le enviaba en bellas cartas, le comenté la inmensa ternura de sus palabras. Su respuesta fundía emoción, admiración y agradecimiento: “¡El abuelo era así conmigo!”.
Camino de ninguna parte, divisé a Mario. Pensé acompañarlo. Por esos días su domicilio estaba en la casa donde vivió Cery Toro. Apuré el paso. Casi lo alcancé. Verlo con trancos dificultosos y cargado de hombros, me impresionó. Vivía en una empinada calle. Flanqueando el Hospital Regional… Me detuve, casi contrariado. La vida en su frío contraste, ofrecía una indeseada lección. Él se alejaba, paso a paso… Pero yo, cegatón, ya lo veía con los ojos del alma: atlético, elegante, en el segundo mismo de la finta del mejor de los boxeadores y aunque en esto último, algo creo que influyó la distancia, ¿a quién le hace mal esta imagen?
Luego proseguí mi camino, la senda, la vida y, de vez en cuando, recuerdo al amigo.
Sí, hablar de recuerdos nos aproxima a los valores y éstos, aún se consideran los fundamentos de la cultura. Los pueblos cultos privilegian sus valores. Negarse a esos recuerdos es omitir la historia de los pueblos. Carentes de ellos, la vuelta a la barbarie es ineludible.
Por Ovaldo Maya Cortés
Bahamonde legó su vida a su literatura en gesto de absoluta generosidad. Era un ser formado para dar: un maestro. Hace 51 años, consciente de las reformas de la Real Academia, editó un folleto de 10 por 13 centímetros con las “Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía” con aplicación preceptiva desde el 1° de enero de 1959. Su colofón (página 16), decía: “El presente folleto se editó por iniciativa del Liceo de Hombres de Antofagasta, con la cooperación generosa del Centro de Padres…” Luego, lo distribuyó entre sus alumnos.
En todo hay anverso y reverso. Conversando con su nieta de los consejos que
le enviaba en bellas cartas, le comenté la inmensa ternura de sus palabras. Su respuesta fundía emoción, admiración y agradecimiento: “¡El abuelo era así conmigo!”.
Camino de ninguna parte, divisé a Mario. Pensé acompañarlo. Por esos días su domicilio estaba en la casa donde vivió Cery Toro. Apuré el paso. Casi lo alcancé. Verlo con trancos dificultosos y cargado de hombros, me impresionó. Vivía en una empinada calle. Flanqueando el Hospital Regional… Me detuve, casi contrariado. La vida en su frío contraste, ofrecía una indeseada lección. Él se alejaba, paso a paso… Pero yo, cegatón, ya lo veía con los ojos del alma: atlético, elegante, en el segundo mismo de la finta del mejor de los boxeadores y aunque en esto último, algo creo que influyó la distancia, ¿a quién le hace mal esta imagen?
Luego proseguí mi camino, la senda, la vida y, de vez en cuando, recuerdo al amigo.
Sí, hablar de recuerdos nos aproxima a los valores y éstos, aún se consideran los fundamentos de la cultura. Los pueblos cultos privilegian sus valores. Negarse a esos recuerdos es omitir la historia de los pueblos. Carentes de ellos, la vuelta a la barbarie es ineludible.
Por Ovaldo Maya Cortés
5 comentarios:
Hermoso texto para recordar a un grande de nuestra literatura.
Kena Ramos
Mientras haya memoria para recordar a lis imprescindibles, aunque ellos físicamente hayan partido continúan entre nosotros.
Una bella reseña, para no olvidar a un gran artista.
Corrijo: "los" imprescindibles.
"Carentes de ellos, la vuelta a la barbarie es ineludible", dice el señor Maya. Omito a Sabella como el gran novelista que pretenden que sea y los versos del Doctor Rendic por malos. El único grande es Rivera Letelier y no hay más, el resto son cadáveres.
Los Grandes maestros nos dejan su enseñanza y sabiduría, los demás Solo novelas cotidianas.
Vivan por siempre Sabella, Bahamondes, Rendic...
In vino veritas
Gabriel
Publicar un comentario