6 de octubre de 2010

"EL HOTEL MAURY" por Jaime N. Alvarado García

Sonaba un pito y todos –mozalbetes y niños de la época- debíamos salir del agua. Eran los primeros años de la década del 50 y las pozas aledañas a lo que fue el Hotel Maury eran la escuela donde nos dábamos los primeros chapuzones. El pito indicaba que venía una tronadura, que abriría un boquerón en la tierra para albergar los cimientos del Hotel Antofagasta.
     Alguna vez Pablo Neruda estuvo alojado en el lujoso Hotel Maury. Y lo describió como “el mejor hotel, en el mejor lugar y clima”. Un anuncio –pintado con sapolio en la cara sur del cerro El Ancla- fue un desafío que solo pudimos alcanzar cuando frisábamos los doce años: las letras eran de veinte metros de alto, medidos con un trozo de pita. Más allá, otra propaganda gigantesca, hacía mención a la tienda “La Venus”.
    Recuerdo el palafito que se hallaba en “la isla”, allí en los Bajos “Town”, como se
conoce a esos roqueríos. Allí vivió la familia Meneses, amigos del mar y de la educación física; todos deportistas. Esa “isla” dio el nombre de “Peña Blanca” al lugar donde arribó el “chango” López, varando su “Halcón” en esas pardas arenas, hoy cubiertas por el Paseo del Mar.  De aquello solo queda el “faro”, reubicado en el estribo del muelle del Club de Yates, originalmente el muelle “Miraflores”.
   Por entre los pilotes de la casa en que vivió la familia Meneses, pasaba el mar en las altas mareas. Un lindo espectáculo que aún recuerdo junto a un grupo de amigos. Nos dejábamos llevar por la ola -que nos tomaba en vilo- para dejarnos dando tumbos al lado norte de la playa. Se recordaba que en los restos del muelle Yungay, cuyos rieles aún permanecían como aguzadas dagas, había encontrado la muerte un rapazuelo que –pretendiendo imitar a Tarzán- se lanzó al agua, hiriéndose mortalmente con una de esos filosos restos.
    Muchos fuimos los que cazamos pulpos en esos vericuetos costeros. Allí conocí las “liebres de mar”, que ya no se ven en nuestras costas, no sé si fueron extinguidas. Hoy, el Club de Yates y el Hotel Antofagasta ocupan ese trozo de playa que vio nacer nuestra ciudad. Un trozo de nuestra costa que albergó al recordado Hotel “Maury”, pero que hace más de ciento cincuenta años, fue testigo del arribo de una añosa chalupa -con un único tripulante- que con el laborioso esfuerzo de su boga, puso pie en la ribera: nacía así la ciudad de Antofagasta.

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