Por Jaime
N. Alvarado García
En la vorágine de
septiembre, plena de chicha, asados, ebrios, cumbias, escasas cuecas y banderas
al viento, suelen pasar inadvertidos. Pero son el mejor clamor que nos anuncia
la llegada de la bella estación. Vienen desde lo alto: son los graznidos de las
“garumas” o “gaviotas grises”, humilde avecilla de nuestro litoral nortino, que
comienza a esbozar su epopeya de todos los años.
Graznan al anochecer y
al alba. Cuando comienzan con sus jugarretas previas al apareo y vuelan hasta
el corazón del desierto, donde el macho ofrece a la hembra un par de
piedrecillas que –a la postre- conformarán el nido que cobije sus polluelos.
Allá pernoctan hasta que raya el alba. Entonces,
emprenden el vuelo hacia la costa, para alimentarse y continuar con los coqueteos. Aleteos y graznidos que no cesan, aún cuando el macho cubre a la hembra y ésta debe volar, como todos los días, al desierto de Atacama a poner sus huevos y comenzar a empollarlos.
emprenden el vuelo hacia la costa, para alimentarse y continuar con los coqueteos. Aleteos y graznidos que no cesan, aún cuando el macho cubre a la hembra y ésta debe volar, como todos los días, al desierto de Atacama a poner sus huevos y comenzar a empollarlos.
Insisto: el ruido de
septiembre nos impide escucharlas. Pero algunos nos damos maña para
regocijarnos con sus graznidos, porque, lo supe de mi abuelo: las “garumas” son
la mejor señal que se avecina la primavera. Una señal inequívoca. Nunca falla.
Ni fallará.
¡Con qué alegría
celebraba mi abuelo Pedro, cuando las escuchaba!
Se terminaba la fría
estación, que le hacía doler sus huesitos. Y con el asomo del verano, se
terminaban sus “corrimientos” y su “reuma”. Y por ello, los augurios eran más
placenteros. Curioso además, porque un ave gris anunciaba la llegada de la
estación multicolor.
Recuerdo que en
Tocopilla hacían expediciones a la pampa, para robar los huevos de las “garumas”.
Gracias a Dios aquello ya no ocurre. Aunque con el
desarrollo de la minería del salitre, las “garumas” cada vez tienen menos
sitios donde nidificar, pero igual vuelan a la pampa para reproducirse. Y sus
graznidos seguirán anunciándonos que la bella estación está ad portas.
¡Bienvenida,
primavera…!
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