Huano rojo o colorado |
El libro fue lanzado ayer en el Centro Cultural Gamelín Guerra de Mejillones.
Sorprendente las palabras del presentador en el acto de lanzamiento del libro Las Huaneras de Mejillones, de la sociedad Juan López, Matías Torres y Juan Garday, editado primigeniamente en 1863 y que hoy reaparece pero no como un deslavado fantasma, sino con corporeidad total.
Por años tuvimos la imagen de un Chango López aventurero, con su vida llena de desgracias, pobre, a ratos mudo e indefenso y tal vez iletrado. Loas para él en la literatura de creación que al tiempo que engrandecían su figura crecía también la mitología que sobre él se creaba. Sin embargo, lo desconocíamos casi todo o algo nos impedía conocer su propia y verdadera faceta, aquella del emprendedor, del que asume con firmeza los riesgos de una empresa, que busca hasta casi la desesperación la riqueza que debía aportar el desierto y su costa.
Las Huaneras, editado de nuevo gracias a la empresa GNL, municipio y su corporación cultural, demuestra tal vez la faceta que siempre debimos haber conocido, la del empresario Juan López, quien llegó a poseer tres embarcaciones, incluso una de cinco toneladas, para comerciar con el producto que él se sentía su descubridor, el valioso guano rojo, el milenario, el que escondía el subsuelo y no el blanco, que aflora sobre las piedras de la costa y que sigue estando a la vista y que para la época se daba ya por agotado.
López, el hombre de una aventura y un negocio mayor que tuvo mucha gente a su cargo, que compró mulas, caballares, carretas, que creó andariveles desde la punta del cerro para bajar el preciado producto hasta la costa y exportarlo, previo trato con la empresa Williamson Duncan y Cía., de Valparaíso, que envió al puerto de Mejillones los buques Japonesa y Asia, “sujetándose en todo a las prescripciones del caso que establece la Ordenanza de Aduanas”. Es decir, estamos hablando tal vez del primer exportador del Norte de Chile.
Este aserto y rectificación histórica se debe a los inquietos Wilfredo Santoro y Florentino Novoa.
Por años tuvimos la imagen de un Chango López aventurero, con su vida llena de desgracias, pobre, a ratos mudo e indefenso y tal vez iletrado. Loas para él en la literatura de creación que al tiempo que engrandecían su figura crecía también la mitología que sobre él se creaba. Sin embargo, lo desconocíamos casi todo o algo nos impedía conocer su propia y verdadera faceta, aquella del emprendedor, del que asume con firmeza los riesgos de una empresa, que busca hasta casi la desesperación la riqueza que debía aportar el desierto y su costa.
Las Huaneras, editado de nuevo gracias a la empresa GNL, municipio y su corporación cultural, demuestra tal vez la faceta que siempre debimos haber conocido, la del empresario Juan López, quien llegó a poseer tres embarcaciones, incluso una de cinco toneladas, para comerciar con el producto que él se sentía su descubridor, el valioso guano rojo, el milenario, el que escondía el subsuelo y no el blanco, que aflora sobre las piedras de la costa y que sigue estando a la vista y que para la época se daba ya por agotado.
López, el hombre de una aventura y un negocio mayor que tuvo mucha gente a su cargo, que compró mulas, caballares, carretas, que creó andariveles desde la punta del cerro para bajar el preciado producto hasta la costa y exportarlo, previo trato con la empresa Williamson Duncan y Cía., de Valparaíso, que envió al puerto de Mejillones los buques Japonesa y Asia, “sujetándose en todo a las prescripciones del caso que establece la Ordenanza de Aduanas”. Es decir, estamos hablando tal vez del primer exportador del Norte de Chile.
Este aserto y rectificación histórica se debe a los inquietos Wilfredo Santoro y Florentino Novoa.
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