6 de febrero de 2012

TAN SOLO POR MEDIA HORA. LA MATANZA DE LA PLAZA COLÓN

 Por Jaime Alvarado García.

Chile es un país de mala memoria histórica. Y Antofagasta también.
    Se cumplieron –hoy seis de febrero- 106 años de aquella tragedia que enlutó a la masa obrera antofagastina y que tiñó de sangre la Plaza Colón y sus alrededores. Y como era de esperar, no hubo sermones, misas ni recuerdos.
    Una vez más, el injusto olvido sepulta episodios que debieran hacernos reflexionar acerca del cómo se lograron las conquistas sociales de las que hoy nos beneficiamos. Las razones de tan doloroso episodio (demasiado frecuente en esos años) no eran otras que la justa petición de los obreros ferroviarios, que pedían tan solo media hora más para almorzar…
    Tan solo 30 minutos que –a la postre- significaron 300 muertes… (Aunque lo oficial no llegó a los sesenta fallecidos, algo que era también frecuente). Los obreros del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia realizaron un petitorio para pedir la extensión de la hora de almuerzo, pero la empresa denegó dicho planteamiento.
   La negativa de la empresa provocó la natural reacción de las mancomunales obreras.
   Se generó entonces una huelga a la que se sumaron también los lancheros –que eran muchos- junto a los marítimos, estibadores y carretoneros. Obreros todos, que alzaron sus voces para solicitar lo que les parecía justo: un tiempo prudente para compartir el almuerzo con su familia. Solo treinta minutos más.
   Las cosas tomaron otro cariz cuando los miles de obreros organizaron un mitin en la Plaza Colón. Ante tan delicada situación, el Intendente de la época recurrió al comandante del Batallón “Esmeralda”,  Sinforoso Ledesma, quien facilitó fusiles para armar a la llamada “Guardia Blanca”, que fue liderada por Adolfo Miranda, la que estaba integrada por
personeros pudientes y comerciantes de la naciente ciudad de Antofagasta. A su vez, desembarcó un piquete de la marinería del crucero “Blanco Encalada”, fondeado en la bahía desde el día anterior.
    Los caldereros y los huelguistas todos, subieron por calle Prat a eso del mediodía, gritando consignas contra sus empleadores, alzando los puños y dejando en claro que “Obreros somos trabajadores, no esclavos…” Los manifestantes quedaron entre dos fuegos: la “Guardia Blanca” y la marinería del “Blanco Encalada”. Bastó un tiro para que se desencadenaran los cruentos sucesos. La balacera segó vidas por cientos, la mayoría obreros, caldereros, gente de mar… Una vez más el plomo y la metralla mordían la carne obrera, silenciando aquellas valientes voces que solo pedían media hora más para ir a almorzar a sus casas…
   Muchos de ellos dejaron un espacio vacío –su lugar- en la mesa de sus hogares.
   Esos nunca más llegaron a su casa para el reparador almuerzo junto a los suyos..
   Ellos murieron por pedir tan solo treinta minutos más…
   Pero las balas, hicieron sangrienta la ecuación: diez muertos por cada minuto de trabajo que –días más tarde- la empresa habría de conceder a sus caldereros…
   De aquello, hace 106 años…
   Y el escenario fue nuestra Plaza Colón…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así han pasado estos últimos 106 años Don Jaime, se ha agachado la cabeza y no se ha querido, quizas por que torpe razón, reconocer lo que allí sucedió.
Siempre habrá gente como nosotros que lucharemos hasta que se acepte y logremos cambiar la opinión de nuestros informantes regionales de los periodicos, quienes a pesar de haberle enviado nuestra romeria en el "Centenario de La Matanza de La Plaza Colón" no incluyó un ápice de nada.
Richard Rogers en forma silente nos mira desde su tumba en el cementerio, tratando de buscar una explicación de su injusta muerte.
Hoy, y como desde ya hace algunos años, su tumba y la de los pocos amigos ubicables en nuestro cementerio, lucen claveles color amaranto indicando que están vivos por nuestro intermedio.

loukamenguante dijo...

Me parece muy bien, por decir lo menos que el Sr. Alvarado nos recuerde este hecho doloroso para nuestra historia ciudadana.
Y para que lo conozcan las nuevas generaciones. Así todos tendremos más respeto por los que han sacrificado hasta su vida para legarnos esta ciudad progresista y desarrollada en que se está convirtiendo Antofagasta.