19 de octubre de 2011

LA REBELION QUE VIENE…

Por Jaime Alvarado Gracía

Leí en un diario local la entrevista al escritor sureño Hernán Rivera. Y aunque concuerdo parcialmente con el contenido de sus obras literarias, en este espinudo asunto sí que coincido plenamente. Verificados los hechos que se han desencadenado con el movimiento estudiantil, hay una tremenda evidencia; cerca del 90 por ciento de la opinión pública chilena coincide en señalar que los cambios deben venir y pronto. Que la gratuidad es posible, siempre y cuando los empresarios del parlamento cedan en sus posiciones y busquen otro rubro donde invertir.

   Pero esta misma opinión pública va a desencadenar la ola que se viene. Porque una vez más las estadísticas juegan a favor de la verdad. Una realidad que se intenta ocultar con un dedo. Más del 80 % de los encuestados afirma que la salud merece un cambio tan radical como el que espera conseguir la educación.
   Un cambio que debe venir ya. Cuanto antes mejor, porque no se puede seguir jugando o negociando con la salud y la vida de miles de chilenos de los segmentos más pobres o de clase media inferior.

   Los argumentos son simples. Por eso mismo, son fáciles de comprender y difíciles de desarmarlos con discursos que tienen perfiles de
charlatanería. De haber recursos, los hay. El quid está en determinar de qué manera se distribuyen con ecuanimidad, para favorecer a esas mayorías que –con sus contribuciones- hacen los aportes para engrosar las arcas del Estado.

    La verdad sea dicha: los estudiantes tienen una sólida forma de organizarse, comenzando por valorar que permanecen unidos durante diez meses del año, mientras cursan sus períodos académicos. Los pacientes de los hospitales públicos tendrán esta desventaja.

    ¿Cómo unirse…? ¿Cómo aunar criterios y buscar consensos para encender los fuegos de esta nueva rebelión, tan justa como la de los estudiantes? Allí está el desafío. En un país con pocos líderes, la tarea aparece como inabordable. Pero la realidad está allí, abofeteándonos a diario, en los cientos y miles de pacientes que repletan las salas de espera de los hospitales; en las interminables listas de espera; en las citaciones para dos, tres o cuatro meses; en la escasez de remedios; en la falta de horas médicas de especialistas. Muchos chilenos mueren sin lograr ser atendidos, porque Chile y su sistema de salud no les prodigan la atención que merecen…
    Conociendo la especial actitud de nuestras autoridades, dudo que se hayan detenido siquiera a pensar en este asunto. Mientras se incuban los gérmenes de esta próxima rebelión, hay quienes siguen regando y cosechando a porrillos las utilidades que genera el sistema. Hay esfuerzos que han valido la pena, pero que comienzan a desvanecerse, por una obsolescencia que tiene matices de manejo doloso, indolente y negligente. El mismo Plan AUGE ya se ve manoseado y hay quienes intentan hundirlo o minimizarlo, para recuperar espacios (¿o dineros…?) perdidos.
    La opinión pública chilena ha guardado respetuoso silencio. Tal vez con una mansedumbre impensada, ha visto cómo en estos últimos cuarenta años las cosas han cambiado radicalmente. Chile ha negado -a los propios chilenos- privilegios como la salud y la educación, que antes eran gratuitas y buenas, sin ser óptimas ni de clase mundial, como se estila hoy.
    Pero la opinión pública dormita solamente. Poco a poco está abriendo los ojos, apoyada por esta juventud plena de información, de contactos y redes. Un segmento joven hastiado, harto de la politiquería, de los negociados, de los contubernios, arreglines y otros ingredientes propios de los pasillos de nuestras Cámaras. Eso que descaradamente llaman “lobby”. Los jóvenes harán sentir las voces de los postergados y desprotegidos. Otra vez estarán en las calles, blandiendo argumentos sólidos. Otra vez darán la lucha por aquello que es justo e innegable, menos para los empresarios y para nuestros legisladores…

        Mucho más temprano que tarde, esta opinión pública que parece paciente, alzará su voz y se desgañitará gritando a voz en cuello, denunciando sin temores, desenmascarando, pidiendo justicia y sanciones. Clamando por esos cambios que Chile merece. La juventud irá a la vanguardia, con una actitud valiente, autocrítica, señera… En esa juventud el país deberá cifrar sus esperanzas de días mejores. Lo obrado hasta hoy no lo ha sido… Por eso estamos –como país- en la situación de desmedro que padecemos. Sin salud, ni educación ni justicia…

    Pero hay que alentar las esperanzas, pues serán las urnas las que reflejen el testimonio del descontento. Hace 23 años, la opinión pública libre ganó una batalla con un lápiz… Puede haber otros triunfos con la misma herramienta. Muchos deberán irse a sus casas, a disfrutar de las utilidades generadas por el desempeño de sus mal ejercidas funciones. Vendrán los renovales, los nuevos vientos, que no brisas.
    Cambiar este estado de cosas no será tarea fácil. Eso es innegable. Pero se hará.

    Quienes concreten este golpe de timón no serán las actuales cúpulas. Tampoco aquellos seudos líderes, desvencijados, desacreditados y apernados. Vendrán caras nuevas, pasiones nuevas, voluntades frescas, vocaciones vivas… Lenguajes claros, mensajes ciertos.

     Han de venir… Vendrán.

    Chile deberá ser la Patria para su juventud, que es –realmente- su “divino tesoro…”

Foto: DiarioAntofagasta.cl
  

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