2 de noviembre de 2010

Evolución de la Gran Vía (Por Rodrigo Ramos Bañados)

Mis abuelos llegaron a la Gran Vía, cuando por Angamos transitaban unos anchos Pontiac de latón que parecían naves espaciales. Principios de los años 60. Junto a otras familias de 5 a 10 hijos –no debutaba la píldora- dieron el vamos a la población y la vida de barrio. Los niños jugaban en la calle pues no transitaban tantos autos ni vagabundos ni había esa artificial sensación de desconfianza. Sólo en la noche cerraban las puertas, portones y mosqueteros. Las mujeres se dedicaban a la casa, mientras los hombres trabajaban e imponían el machismo. Todos bebían agua con arsénico. De esa manera iba cambiando el mono del calendario bajo la música de la radio Grundig.
Los chascones, la marihuana, las mini faldas, los pantalones patas de elefante y la píldora aparecieron a principio de los años 70, por los pasajes: Silva Lezaeta, Armando Carrera o Gabriela Mistral –a quién bautizó las calles de la Gran Vía, hay que sacarle el
sombrero-. Por las ventanas de las casas podía verse al poeta visual Guillermo Deisler, al pintor Jorge Flores, al padre Donoso en bicicleta o al poeta Andrés Sabella, entre otros. Por esos años en la Universidad del Norte se hablaba de arte y revolución.
El 11 de septiembre de 1973 se terminaron las colas y llegaron las balas. Los amigos comenzaron a despedirse para siempre y los niños, por un rato, dejaron de salir a jugar a la calle. Familias completas se fueron y llegaron otras. Las madres solteras sumaron. Los padres nunca regresaron.
Las lacrimógenas y "el guanaco" irrumpieron en los años 80, al igual que el supermercado. Las protestas crecieron en intensidad hasta la irrupción de las tanquetas. Los padres de los años 60 jubilaban y se iban por el cáncer. Los niños de antaño eran jóvenes que estudiaban alguna ingeniería. Los niños de entonces eran criados por las abuelas, mientras las madres trabajaban.
Los años 90 fueron de despedidas y cambios en la Gran Vía. Nunca los abuelos estuvieron tan interesados en el obituario. Las casas carcomidas se iban adaptando. Algunas se transformaron en verdaderas residenciales, otra en palacetes. Ni hablar de las cañerías, los ratones y las baratas. En los 90 también llegaron los perros guardianes y los enrejados. Y quienes fueron padres en los años 70 se transformaron en abuelos.
Algunos ancianos dijeron misión cumplida con el cambio de siglo. En los años que han precedido al 2000, llegaron los pubs, restoranes y hasta las "ramadas".
La bulla trajo el insomnio. Actualmente la vida de barrio "en paz descansa", los niños juegan Play y los adolescentes no se despegan del computador. Mi abuela tiene 82 años y sale a la calle una vez a la semana, los domingos, para ir a la iglesia.

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