14 de octubre de 2010

La poesía de Miguel Morales (Por Osvaldo Maya Cortés)


         Al regresar, una vez más, a Antofagasta, fui a saludar a viejos amigos.  Simple urbanidad, dirán.   Sí, es lo correcto, pues en tan humilde acto damos lo único invaluable que  iguala  a las  personas: el afecto.  Dos o tres apretones de manos y algún abrazo, crearon  grato y acogedor   ambiente.
        Discreto, casi como pidiendo disculpas, Miguel puso en mis manos su libro, en reedición artesanal,  “El herrero y su noche”.  ¿Habrá más noble gesto que el de un autor obsequiando una de sus obras?    Aún no terminaba  este pensamiento y ya  surgía la     comparación entre nuestra ciudad y aquella que se  fue con el siglo y el milenio.  Mito y realidad, esplendor y miseria siguen confundiéndose  en esta urbe. 
 “El herrero y su noche” es de 1972 y vale afirmar que supera la reciente etapa de la  historia nacional.  La supera con la dignidad de la buena
poesía que si antaño gustó, hoy nos sorprende por la intensidad y limpidez de los sentimientos que allí se pusieron en juego de poema en poema.  Su autor, entonces, era un joven treintañero: “Convenientemente sumiso, pero sí, conservando en mi ser una flor roja de rebeldía.”
        Las páginas de este texto, una  auténtica artesanía, crean un efecto óptico de dos planos.  El primero corresponde al poema; el segundo es el  de un texto impreso que, en este caso, contribuye  al  realce  del  poema.  Casi como para creer –digo yo— que la buena poesía semánticamente se impone al normal contexto del lenguaje comunicacional.
        “El herrero y su noche” tiene, a mucha honra, un magnífico “Prólogo” de Andrés Sabella.  Prólogo de ideas para quienes se vinculan con la poesía en un entorno de inteligentes reflexiones.
        En todo oficio hay un hacer específico, pero ese hacer es movido por una única voluntad que lo dignifica.  Miguel Morales, poeta, en su libro sólo ofrece fragmentos de vida. Poemas, que espiritualmente se asocian y   deleitan con sucesos que realzan la existencia de seres que, más temprano que tarde, se convierten en amigos inseparables,  aunque estén en silencio, pues con él parecen decir “cuenten conmigo”.  Frente a la  habitual  adversidad  e  infortunios, ¿no consideraría atinada esta sugerencia?: “Giro en mí mismo, sacudo la ceniza de mi leño, / descubro nuevos pozos de bonanzas, / ante el solar de ayer restauro mi balanza / y me fundo en la aurora, desnudo, azul, risueño.”  ¿Para qué más? 

3 comentarios:

InformArte dijo...

Genial. El otro día lo compré. Un lujo tenerlo en mi poder.

Mario Cespedes

loukamenguante dijo...

Si lo dice, tan bien dicho, Don Osvaldo Maya...es así. Por favor guárdenme un ejemplar.
Grande el mestro Morales.

Anónimo dijo...

Tambien me rendí ante sus braberias don Miguel