Desde pequeño se me enseñó que los domingos eran sagrados. Levantarse un poco más tarde de lo normal, comprar algún diario para leer, una empanadita, otear algo de la TV y seguir echado. Eso, hasta hace cierto domingo.
Descarnados gritos me despiertan a eso de las nueve de la mañana. Un “¡arrepiéntete pecador!” a todo pulmón me obliga a abrir los ojos aquel funesto día. Un gordinflón predicador espanta mi plácido descanso. Quiere darme a conocer "la palabra" a excusa de mis supuestos pecados, mas renace mi rebeldía dominical. Siento un profundo respeto por quienes profesan una religión o son cercanos a sectas inocuas. No sé qué pecados habrá cometido él para venir a hacerme parte de sus sufrimientos. No puedo pagar por los pecados de otros. Allá ellos.
Mis “pecados” nocturnos habían sido beber dos copas de vino, releer Gracia y el forastero y matar una mosca que desviaba mi concentración. Igual trato de seguir con mi mañanera tranquilidad e insisto en dormir. A las diez aparece otro dominical despertador, el carro del pescado y su tradicional grito de "pescao jureles", a éste lo perdono, a su producto le saco la espina, lo mastico y lo trago. Al otro no. Más tarde mi vecino prendería su equipo con un hermoso tema de Freddy Mercury, Made in Heaven, y a lo lejos escucho el ulular de las sirenas de emergencia, junto al tintineo del carrito del gas. Ya no está esa tranquilidad de los domingos.
Descarnados gritos me despiertan a eso de las nueve de la mañana. Un “¡arrepiéntete pecador!” a todo pulmón me obliga a abrir los ojos aquel funesto día. Un gordinflón predicador espanta mi plácido descanso. Quiere darme a conocer "la palabra" a excusa de mis supuestos pecados, mas renace mi rebeldía dominical. Siento un profundo respeto por quienes profesan una religión o son cercanos a sectas inocuas. No sé qué pecados habrá cometido él para venir a hacerme parte de sus sufrimientos. No puedo pagar por los pecados de otros. Allá ellos.
Mis “pecados” nocturnos habían sido beber dos copas de vino, releer Gracia y el forastero y matar una mosca que desviaba mi concentración. Igual trato de seguir con mi mañanera tranquilidad e insisto en dormir. A las diez aparece otro dominical despertador, el carro del pescado y su tradicional grito de "pescao jureles", a éste lo perdono, a su producto le saco la espina, lo mastico y lo trago. Al otro no. Más tarde mi vecino prendería su equipo con un hermoso tema de Freddy Mercury, Made in Heaven, y a lo lejos escucho el ulular de las sirenas de emergencia, junto al tintineo del carrito del gas. Ya no está esa tranquilidad de los domingos.
1 comentario:
A mi masó alg parecido. Buena.
Mario Anaquena
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