Pronto se cumplirán 36 años desde que Mario Bahamonde Silva escribió “El Derrumbe” (1974), novela aún inédita. Su base es autobiográfica: Marcelo Guevara Barrios, protagonista y alter ego de Bahamonde, reconstituye su vida, desde el instante en que Antofagasta recibió las noticias del golpe de Estado de 1973.
Guevara Barrios, entonces rector del Liceo de Hombres, recuerda: mañana de próxima primavera, gorriones, brisa; hacia el patio del establecimiento, la rama de un viejo y seco pimiento.
“Como rama en el aire” con frágil movimiento, se sucedían los días en la lejana capital provincial. Pero en aquél, “Mientras realizábamos el consejo de profesores para evaluar eso de La Escuela Nacional Unificada, que a nadie convencía, comenzaron a golpear las noticias alarmantes desde
Santiago y todo se fue poniendo terrible.”
La radio carraspeaba noticias insólitas: ¡inminente bombardeo a La Moneda! El Norte estaba inquieto. El comentario de media mañana fue: “Se tomaron la Intendencia. Todo el centro está lleno de gente, pero el sector de la plaza está acordonado: nadie puede pasar.” Los extremos de la ciudad vivían, por primera vez la incomunicación. Sólo trozos de informaciones alarmistas aliadas con “el temor y el miedo. Un zarpazo de lo desconocido o un grito en medio del desierto.” Desde el hall del Liceo, “la gente se desbandaba; desconcertada, hacia sus casas.”
Por 1980 en esta obra vi un Norte y un país tan próximo a los hechos novelados que impresionaban con facilidad. Conocí a varios de sus personajes; los acompañé en tramos de sus vidas. Casi todos, ya no están. Mi apreciación actual de ellos se dora con recuerdos que quisieran depurarlo todo. Hoy, por sus nombres, podrían parecer distantes, pero eso es sólo una impresión.
El tiempo transcurrió. Nuevas generaciones procuran entender sus coordenadas vitales. En esa búsqueda “El Derrumbe” se revela como obra única para la idiosincrasia nortina. Por años pensé que otros autores llevarían tan lacerante realidad a la literatura. Eso no sucedió. “El Derrumbe”, aunque inédita, es obra de indiscutido valor para la literatura local.
Guevara Barrios, entonces rector del Liceo de Hombres, recuerda: mañana de próxima primavera, gorriones, brisa; hacia el patio del establecimiento, la rama de un viejo y seco pimiento.
“Como rama en el aire” con frágil movimiento, se sucedían los días en la lejana capital provincial. Pero en aquél, “Mientras realizábamos el consejo de profesores para evaluar eso de La Escuela Nacional Unificada, que a nadie convencía, comenzaron a golpear las noticias alarmantes desde
Santiago y todo se fue poniendo terrible.”
La radio carraspeaba noticias insólitas: ¡inminente bombardeo a La Moneda! El Norte estaba inquieto. El comentario de media mañana fue: “Se tomaron la Intendencia. Todo el centro está lleno de gente, pero el sector de la plaza está acordonado: nadie puede pasar.” Los extremos de la ciudad vivían, por primera vez la incomunicación. Sólo trozos de informaciones alarmistas aliadas con “el temor y el miedo. Un zarpazo de lo desconocido o un grito en medio del desierto.” Desde el hall del Liceo, “la gente se desbandaba; desconcertada, hacia sus casas.”
Por 1980 en esta obra vi un Norte y un país tan próximo a los hechos novelados que impresionaban con facilidad. Conocí a varios de sus personajes; los acompañé en tramos de sus vidas. Casi todos, ya no están. Mi apreciación actual de ellos se dora con recuerdos que quisieran depurarlo todo. Hoy, por sus nombres, podrían parecer distantes, pero eso es sólo una impresión.
El tiempo transcurrió. Nuevas generaciones procuran entender sus coordenadas vitales. En esa búsqueda “El Derrumbe” se revela como obra única para la idiosincrasia nortina. Por años pensé que otros autores llevarían tan lacerante realidad a la literatura. Eso no sucedió. “El Derrumbe”, aunque inédita, es obra de indiscutido valor para la literatura local.
1 comentario:
La novela del silencio es la que falta, esa que, a pesar de tanta tragicomedia nortina, sigue latente con más rabia que proyecto, con más dispersión que coherencia, así son los tiempos, alguien ya se hará cargo más allá de un buen libro de ventas.
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