6 de septiembre de 2010

La vigencia de Don Baldomero ( Por Rodrigo Ramos Bañados.)

Entre morir de hambre o morir aplastado por un derrumbe, era preferible lo último: tenía la ventaja de la rapidez”. (Baldomero Lillo, “El Chiflón del Diablo”).

Baldomero Lillo, escritor, logró tal vez en “Sub Terra” –título que ha inspirado muchas columnas por estos días- el registro literario más contundente y popular respecto a las extremas condiciones con que se desarrollaba la minería en Chile, a principios del siglo pasado. Bajo la influencia estilística de los novelistas rusos como Máximo Gorki (“La Madre”) creó historias de la precaria minería de carbón de Lota. Los accidentes eran frecuentes. A este sumaba la alta mortalidad por silicosis y las pésimas condiciones de higiene. Había que ser valiente y punto para meterse en las entrañas húmedas de la tierra, a través de túneles estrechos, oscuros y con evidente falta de oxígeno. También había niños laborando (cuento “La compuerta número 12”). El riesgo de un derrumbe siempre era inminente.
Al final la necesidad de comer era superior, como bien lo escribe Lillo.
La precariedad laboral  en le minería también fue evidente en nuestro Norte Grande y la creciente industrial del salitre, tierra que Lillo recorrió para elaborar una novela que
nunca concluyó. Muchas de estas luchas obreras terminaron en matanzas. Una quedó en la memoria colectiva como la matanza de la escuela Santa María de Iquique, y otra, más cercana, ni siquiera tiene uno monolito que la recuerde como es la matanza de la Plaza Colón, aquí en Antofagasta.
Las extremas condiciones de la minería han cruzado la literatura del Norte Grande, desde Tarapacá de Juanito Zola, pasando por la olvidada "Carnalavaca", para seguir con Norte Grande de Andrés Sabella y “Pampinos y salitreros” de Mario Bahamonde, entre otros. A esto se suma las “novelas picarescas” de Hernán Rivera Letelier.
Los últimos acontecimientos en la mina San José –considerada de la pequeña y mediana minería en Chile-, en la Tercera Región, revelan que la llamada pequeña y mediana minería sigue siendo uno de los trabajos más extremos del mundo. Es así como el sacrificio del minero tiene recompensa en la calidad de vida que entrega a su familia, en un noble acto de generosidad. En contrapunto, los empresarios por abaratar costos muchas veces no invierten en seguridad con el riesgo inminente. Si bien habrá un “antes y un después” del los hechos de la mina San José, quedó claro que cierta minería en Chile seguía (o sigue) funcionando como la describió Lillo hace casi un siglo.

No hay comentarios.: